El miedo al rechazo conecta con algún espacio de rechazo anterior.

Nos resistimos a volver a sentir esa sensación, y por cada vez que se nos presenta una ocasión donde existe la posibilidad de ser rechazados, decidimos no entrar ahí o apartar esa situación o persona de nuestro lado.

No vivimos la situación presente, sino que revivimos la situación pasada y, por tanto, damos por sentado que existirá el rechazo y que nos hará sentir mal.

Dejamos de ser valientes. Dejamos de ser nosotros. Dejamos de lado nuestra condición de explorar y vivir lo que vinimos a vivir.

¿Qué ocurre con el rechazo?

¿Existe realmente o es la sensación que decidimos sentir?

¿Nos rechazan o simplemente se han decantado por otra opción?

No hay rechazo, quizás sólo miedo a aceptar la diferencia. Si aceptamos la diferencia, entenderemos que ¡somos únicos!

 

Marta Badia