Es sabido que nuestro código genético nos regala más de un talento al nacer. Pero ¿Cómo saberlo o descubrirlo? O mejor formulado aún para lo que nos ocupa en este artículo:

¿Cómo hacer para que nuestros hijos descubran sus talentos?

Cuando somos niños nuestros talentos existen desde la potencialidad y será a partir de una progresión y desarrollo conscientes por parte del entorno familiar que esos talentos podrán emerger y salir a la luz.

Para ello deben darse una serie de requisitos tanto de entorno como afectivos, así como una voluntad de estímulo por parte de padres y/o tutores, y también la existencia de oportunidades y refuerzos que propicien el desarrollo de habilidades del niño.

Para que el talento tenga recorrido, lo vital reside en la motivación. Un niño estimulado y motivado llegará a su propio descubrimiento desde la práctica de sus habilidades. Pero para que la motivación en un niño sea saludable y perdure en el tiempo, debe ir acompañada de un estado emocional equilibrado que facilite la respuesta a las principales demandas de los pequeños de la casa: ser aceptados, reconocidos y valorados y sentir seguridad propia y de entorno.

Cuando conseguimos que un niño se desarrolle en esta plataforma de seguridad personal sintiendo el reconocimiento, sus niveles de autoestima y autoconfianza se mantienen sólidos y trabajan en pro del desarrollo de esos talentos que ya ha descubierto en él. Esa sensación es fantástica! Y abre un imaginario de posibilidades presentes y futuras de ampliación en nuestros hijos: no sólo desarrollaran óptimamente algún talento, sino que podrán descubrir otros muchos que no se habían ni planteado.

Existen métodos para estimular el talento de los niños que desde la posición y rol de padres deberemos tener presentes:

– Fomentar en nuestro hijo la necesidad de hacerse preguntas.

– Escucharle atentamente, focalizando nuestra atención en lo que cuenta pero también en lo que siente.

– Valorar a nuestro hijo por lo que nos muestra de forma natural. ¡Admirarlo! No vale valorar únicamente la respuesta a nuestras peticiones).

– Llevar a nuestro hijo a ser protagonista o cooperador de algunas de nuestras actividades cotidianas.

– Proporcionar armonía y equilibrio emocional.

– Mostrar a nuestra hijo de forma plausible que creemos en él! Eso le hará actuar desde la responsabilidad y la motivación.

– Creer también en todas aquellas habilidades que ya ha demostrado tener. Hacérselo saber y hacérselo notar.

– Conseguir su confianza plena de la misma manera que nuestro hijo ha tenido que ganarse la nuestra. En este sentido, los padres deben igualarse para este propósito.

– Promover el respeto empezando por nosotros mismos en relación a nosotros mismos y a nuestra relación con el resto del grupo familiar. Si el niño contempla estos escenarios, también será capaz de respetarse a sí mismo. Es así como su autoconfianza y autocreencia se mantendrán sólidas para generarle la exigencia y voluntad de superación necesarias sin sobrepasar los límites que él mismo se haya establecido desde el permiso y el respeto en sí mismo.

– Por supuesto, felicitar a nuestro hijo por cada esfuerzo y no solamente por cada avance ostensible. El éxito debe sentirse desde el esfuerzo reconocido.

– Mantener la sensación de seguridad en el entorno de nuestro hijo es fundamental. Y ese entorno no olvidemos que es el de la familia pero también el de la escuela, donde permanece muchas horas y se relaciona de manera cada vez más autónoma.

– Dar reconocimiento a aquellos valores constructivos de nuestro hijo.

– Concentrarse en una comunicación holística: no vale con hablar y escuchar. También sirve y mucho el OBSERVAR. El lenguaje no verbal es muy potente!

– Quedarnos quietos cuando detectamos un interés en nuestro hijo. Anotarlo bien y registrarlo en nuestra mente. Ese interés tiene que ser un tema de conversación habitual en nuestra comunicación con nuestro hijo. Potenciará el desarrollo de su inteligencia a diferentes niveles.

– Hablarles en un lenguaje verbal de carácter optimista y constructivo que premie el esfuerzo y relativice el supuesto “fracaso” para convertirlo en un aprendizaje para la futura ocasión y el nuevo intento. Este lenguaje puede estar fundamentado por expresiones como: “Te valoro los esfuerzos y la voluntad que has tenido con la realización de este trabajo”; “Tengo claro que puedes hacerlo aunque antes debas fallar un montón de veces”; “Que quieras intentarlo ya es conseguir lo más importante”; “Estamos muy satisfechos de ver como descubres facetas nuevas y te atreves a probar qué tal te va…”.

Al margen del grado de cumplimiento de estos métodos, hay cuestiones que nunca fallan y que son de vital importancia integrar para poder orientar a nuestros hijos al descubrimiento y desarrollo de sus talentos: despertar el interés y también la necesidad de lograr algo; avivar la necesidad de pertenencia; crear expectativas ecológicas y positivas; dar confianza y no enjuiciar; educar desde el resultado para que nuestro hijo se mueva siempre desde la responsabilidad y no desde el acato.

Animémosles, seamos empáticos y demonos cuenta de sus necesidades emocionales: hay que conseguir que sientan reconocimiento, alegría y satisfacción. Eso es y será un anclaje para ellos, les dará alas para seguir adelante en sus propósitos con optimismo e ilusión.

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