De repente una mañana descubres un indicio claro de que algo es distinto a lo imaginado, a lo proyectado, a lo deseado, a lo recordado. De repente una mañana todas tus interpretaciones y atribuciones de causa se convierten en una realidad no contemplada.

Has ensayado un guión y una vez aprendido, viene el pasante y te lo cambia diciendo “hey, ¿Qué estás leyendo? Este es el guión… Apréndelo rápido! Esta noche es tu primera función”!

Lo llaman “despertar”. Efectivamente es eso. Despertar a la verdad y olvidar las conjeturas. Y es entonces cuando irremediablemente debes recolocar las piezas de tu Walt Disney Puzzle, limpiarte los ojos de impurezas y ponerte las gafas sin filtro que te ofrecen un escenario exento de florituras, creencias y motivaciones falsas.

Y entonces, nada. Y entonces ¡todo! Aprenderte el guión real, respirar hondo, sonreír al público y empezar la función.

La vida te ofrece dos posibilidades en todas las cosas que emprendes:

Puedes vivir una vida falsa, aparente, estresándote cuando el público no aplaude, empeñándote en asumir un papel procedente del guión equivocado que has creado por comodidad; O puedes vivir una vida auténtica, completa, con lo que gusta y disgusta al público que te observa, viviendo tu papel orgánico – a veces sencillo y a veces complicado – y vivir la aventura de tu guión real.

Tu eliges ser observador o explorador.

¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta! Todas las mañanas, todas las noches y días y todos los instantes donde sientas que estás dormido.

Marta Badia